Mauricio Vargas presentó el pasado domingo en la Feria del Libro Ricardo Palma su novela
El mariscal que vivió de prisa. Antes de regresar a Bogotá, el destacado periodista y escritor colombiano nos contó los pormenores de su libro y reveló algunos secretos de su oficio. En esta entrevista, conoce a Mauricio y su más reciente obra,
El mariscal que vivió de prisa.
¿Qué te motivo a escribir una novela sobre la vida del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre?
Los muchos años de haber leído sobre él. Cuando cumplí 20 años, mi padre me regaló un libro con una selección de cartas que había escrito Sucre, y desde entonces empecé a interesarme por el mariscal. Sucre, a diferencia de muchos personajes de su generación, no dictaba sus cartas sino que las escribía de puño y letra, de modo que ellas tenían una carga emocional fuerte y auténtica. Tiempo después leí otras cartas, algunos documentos históricos e incluso unos libros muy viejos del siglo XIX, y con toda la información que logré conseguir, un día me dije “voy a escribir un libro sobre Sucre”.
¿Por qué escribiste una novela y no una biografía?
Una biografía hubiese sido, seguramente, un libro sobre el estadista, el militar, el administrador o el diplomático. Sólo una novela podía retratar al ser humano.
Con El mariscal que vivió de prisa ganaste el Premio Bicentenario 2009. Sin embargo, has leído sobre Sucre desde muy joven. ¿Qué le faltó al libro para estar listo antes?
Que yo me sintiera maduro para hacerlo. Años atrás no contaba con la información suficiente y no sabía qué hacer exactamente con ella. Si hubiese hecho una biografía, quizá habría funcionado, pero no hubiese tenido la carga de sentimientos y emociones que tiene la novela.
Además de haber leído las cartas del mariscal, ¿cómo lograste conseguir otras fuentes de información que, por cierto, revelan una época desconocida por nosotros?
Leí muchos libros y tesis universitarias. Me esforcé en conseguir no solamente el retrato de Sucre y de los demás personajes, sino también trabajé en la construcción del ambiente de la época. La novela, por ejemplo, está llena de refranes que subsisten hasta hoy. Y es que cuando uno escribe una novela histórica tiene la responsabilidad de rescatar no sólo a los personajes sino también el ambiente y el lenguaje de la época. La novela histórica debe volar al pasado.
En la novela dejas en claro tu admiración por Sucre. ¿Qué es lo que te atrae del mariscal?
Sucre tenía un lado enormemente humano…, aunque también otro irresponsable (risas). Dejó hijos regados por aquí y por allá, sin responder necesariamente por ellos. Cuando los héroes de la independencia llegaban a las ciudades, las muchachas se rendían ante ellos, de la misma manera cómo las mujeres de la antigua Grecia se rendían antes los héroes de Homero.
En tu libro explicas el asesinato de Sucre con la frase “Hacer con su Sucre lo que no se hizo con Bolívar”. ¿Crees que de haberse distanciado de Bolívar, hoy Sucre sería un héroe continental?
No. Tarde o temprano Sucre se hubiese envuelto en alguna rencilla local de tercera categoría. Sin embargo, si hubiese llegado a Quito, seguramente, Juan José Flores no habría sido el primer gobernante de Ecuador. Aunque suene feo decirlo, a una figura política siempre le conviene morir joven, y para su suerte histórica, mas no la personal, Sucre murió asesinado joven y de manera vil en una emboscada.
Yendo al plano personal, a inicios de los 90 fuiste ministro de Comunicaciones del gobierno de César Gaviria. Siendo periodista, ¿qué se sentiste haber estado del otro lado del poder?
Me enriqueció mucho entender cómo funcionaba un gobierno por dentro. Me sirvió, desde luego, para escribir mí primer libro en 1993, Memorias secretas del revolcón. Mientras era ministro sentí la obligación de contar como periodista lo que había ocurrido en un periodo particularmente crítico de la historia de Colombia. Y así lo hice después de dejar el gabinete.
Has recibido muchos premios y reconocimientos. ¿Cómo asume el éxito un periodista y escritor, dos oficios tan vulnerables al ego?
Con resignación (risas). Cuando uno escribe literatura deja una huella imperdurable en el tiempo, pero cuando se escribe en un diario aprende lo poco que dura el trabajo, acaso medio día. Por eso, ser conciente de lo efímero que es la mayoría de la cosas permite al ego mantenerse a prudente distancia (risas).
¿Qué hace que un periodista se convierta en escritor o que comparta ambos oficios? En otras palabras, ¿Qué te lleva a pasar de la realidad a la ficción?
El oficio de escribir es uno solo, aunque eso no quiere decir que todo el mundo tiene que desempañarlo en sus diversas facetas. Pero si la vida te da la oportunidad de poderte mover entre el periodismo y la literatura es mucho lo que uno se enriquece espiritualmente. Personalmente, terminé escribiendo novela porque sentí que el periodismo no me bastaba. Es más, me tenía agotado. He ejercido el periodismo en el cuarto de siglo más crudo y demoledor de la historia colombiana.
¿Te sientes más a gusto siendo periodista o escritor?
Me siento mucho mejor como novelista, dedicando las cuatro o cinco primeras horas al día a escribir.
¿En algún momento de tu vida dejarás el periodismo por completo para dedicarte a la literatura, así como Sucre decidió abandonar los campos de batalla para vivir con su familia?
De alguna manera sí, pero espero no encontrarme con una emboscada de la vida en el camino (risas), y entiendo por emboscada la tentación por volver a dirigir algún medio. Por fortuna. hasta ahora he logrado eludir esas emboscadas.
Quiero hacer una novela histórica sobre las entrevistas entre Bolívar y San Martín en Guayaquil. Creo que estoy empezando agarrar el libro sino por el cuello por la pata (risas).
Por: Pedro Curico.